En estos valles coronados por cumbres y glaciares, donde las laderas de las montañas se encuentran recubiertas de bosques de coníferas con numerosos ejemplares de la fauna salvaje, se puede apreciar todavía la verdadera montaña. Es la misma que conocieron, hace miles de años, las poblaciones que comenzaron a llevar sus mercancías a través del paso del Gran San Bernardo y los demás pasos que todavía hoy existen a lo largo de la frontera con el Valle suizo.

Este anfiteatro de altas cimas que culminan en la Dent d'Hérens (4171m) da cabida a una veintena de glaciares que alimentan a varios lagos alpinos, entre los cuales los de Thoules, Cornet, Fenêtre, Livournea, Arpisson y el gran embalse hidroeléctrico de Place Moulin.

En estas montañas viven íbices, gamuzas y animales que cambian el color del pelaje durante el invierno: liebres, armiños, perdices... La media montaña presenta algunas amplias zonas en las que se practica todavía hoy el pastoreo trashumante de ganado bovino: los rebaños suben a los pastos alpinos estíos en junio, llegando poco a poco hasta los más altos y volviendo a bajar a finales de septiembre.

El torrente Artanavaz atraviesa el valle del Gran San Bernardo, confluyendo en el del Valpelline, el Buthier; en Oyace la potencia de la acción erosiva de las aguas de este torrente ha excavado un profundo surco de más de 50 metros de profundidad; es el cañón de Betenda, que se puede atravesar fácilmente por el espléndido puente de piedra del siglo XVII.