Las huellas que la historia ha dejado en estos valles están constituidas por numerosos castillos y sobre todo por iglesias y capillas, que recuerdan por todas partes la tradición religiosa de los pueblos que en ellos han vivido.

Entre ellas, imperdible es la parroquia de San Martín en Antagnod, con un insólito campanario bulbiforme y un precioso altar barroco del siglo XVII de madera tallado, pintado y dorado con numerosas estatuas y el Museo de arte sacro.

La iglesia parroquial de San Jaime el Mayor en Issime, construida en el siglo XVI, es conocida sobre todo por los frescos del Juicio Universol que adornan la fachada y por el altar mayor del siglo XVII de estilo barroco y el Museo de Arte Sacro.

La arquitectura civil ha dejado en el Val d'Ayas las ruinas de dos poderosos castillos pertenecientes a la familia Challant, el de Villa y el de Graines, mientras en Gressoney-Saint-Jean la historia nos habla de la familia real italiana, los Saboya, y sobre todo de la primera reina de Italia, Margarita, que en el Castel Saboya transcurrió muchos veranos.

Testimonio de la presencia de Margarita en Gressoney es también Villa Margherita, construida por el Barón Beck Peccoz, precisamente para acoger a la reina y ahora transformado en ayuntamiento.

La actividad artesana característica del Val d'Ayas es la realización de zuecos de madera, los sabots. Los maestros sabotiers se han reunido en la cooperativa "Li Tsacolé d'Ayas", y exponen sus propios productos en su sede de Antagnod. En el Valle de Gressoney se cosen las tradicionales pantuflas de paño de lana particularmente útiles durante los rígidos inviernos, los “D'Socka” y “pioun”. Los que tengan más prisa las pueden encontrar en la cooperativa "D'Socka" en Gressoney-Saint-Jean.