Dondequiera que se dirija la vista, se admiran las huellas de un pasado de prestigio, de una historia que ha dejado generosamente imponentes testimonios. Desde las incisiones rupestres de Bard hasta su Fuerte del siglo XIX, los siglos se han ido sucediendo dejando verdaderas obras maestras de arquitectura y de ingeniería militar.

La Vía Consular de las Galias, construida por los romanos en el siglo I a.C. sigue el curso del río Dora Baltea y en algunos tramos es todavía visible y practicable, pero sobre todo en Donnas, donde se ve un sugerente arco tallado en la roca; el puente romano de Pont-Saint-Martin permanece todavía milagrosamente intacto y constituye uno de los más interesantes ejemplos de puente con una única arcada existentes, mientras en Saint-Vincent y en Châtillon se distinguen sólo los restos.

Aún más generoso fue el periodo medieval, dominado históricamente por la presencia de la Casa Saboya y de la familia local de los Challant, sus fieles vasallos. Los castillos constituyen sin duda un fascinante viaje en el tiempo, desde los antiguos señoríos de Cly en Saint-Denis a los de Chenal y Saint-Germain en Montjovet, de los que han llegado hasta nuestros días sólo pocos restos de las antiguas estructuras, hasta la espléndida y fascinante residencia de Issogne, a la increíble fortaleza de Verrès o a la original arquitectura del castillo de Ussel en Châtillon.

Las parroquias con sus campanarios dominan los burgos y llevan en su interior una religiosidad nunca adormecida que ha regalado espléndidas obras de arte, señalando sobre todo las iglesias románicas de Arnad y Saint-Vincent.

Llegando al último capítulo de esta historia, se abre la importante historia del burgo de Bard y de su Fuerte, reconstruido en 1830 por los Saboya, ahora completamente recuperado, devuelto a su antiguo esplendor y actualmente destinado a Museo de los Alpes.