En 1450, Catalina de Challant y su consorte llegaron a Verrès escoltados por algunos hombres armados. Almorzaron con el Reverendo Pietro de Chissé, prepósito de la colegiata de Saint Gilles, y se dirigieron a la plaza pública frente a la iglesia. Al sonar el pífano y el tambor, todos se pusieron a bailar. Catalina dejó de lado a su consorte y empezó a bailar con la juventud del pueblo. En la cumbre del entusiasmo, resonó un grito unánime: “Vive Introd et Madame de Challant”.
El eco de este grito gozoso se oye aún hoy. Los más de 500 años transcurridos no han borrado el recuerdo de aquel día de fiesta, y así, casa año, toda Verrès espera intrépida y ansiosamente la celebración del carnaval. Todos los habitantes aspiran al papel de los nobles.
Todos los años se realizan desfiles seguidos de un atractiva fiesta en los salones del castillo que domina el pueblo. El punto culminante del carnaval es la presentación de los personajes en la plaza del pueblo. Luego se asiste a la curiosa y simpática lectura del “manifiesto de intenciones de la ciudadanía” en idioma antiguo “macarrónico”.