Las torres eran dos por puerta, cuatro en las esquinas y otras ocho más: veinte en total. Su número, su acentuada proyección hacia el exterior y la presencia de un doble orden de pequeñas ventanas en arco situadas en los cuatro lados parecen indicar una función no solo defensiva, sino también decorativa. las murallas, en efecto, no habían sido construidas simplemente como elementos defensivos, sino también para crear una delimitación monumental del área urbana. En los siglos siguientes a la caída del imperio romano, Aosta pasó por una fase de abandono y decadencia; durante la Edad Media, los habitantes fueron volviendo poco a poco, las viviendas empezaron a ocupar las principales calles y los nobles aprovecharon las viejas murallas para construir sus casas fuertes y castillos. Muchos bastiones se convirtieron en residencias feudales y algunas torres fueron ampliadas y transformadas utilizando el paramento exterior de las murallas, que fue retirado en gran parte.
Las únicas torres que conservaron parcialmente su aspecto original fueron las del Leproso y la del Pailleron , restaurada por Alfredo D’Andrade en 1894.