Situada en una posición que domina todo el Valtournenche y la vaguada, la capilla de Saint-Évence se eleva sobre una altiplanicie panorámica a la cual se puede llegar con una media hora de camino desde el Col Saint-Pantaléon. Su origen es antigua: ya existía en el siglo XIII y dependía desde la Colegiata de Sant’Orso en Aosta. Restaurada de reciente, la capilla todavía es una destinación de romería, en particular para pedir una primavera con muchas lluvias benéficas para las cosechas.

Según las crónicas oficiales de la iglesia, Saint-Évence fue un cura oriental llegado en Roma junto con San Teodulo. Ambos fueron martirizados en el 132 d.C., bajo el imperador Adriano, junto a Papa S. Alejandro. A pesar de eso, en el Valle de Aosta se transmite otra leyenda, que siempre ha prendido tanto en el territorio como en su geografía espiritual.

Según la tradición popular Saint-Évence era un soldado de la legendaria legión tebana, que se salvó de la hecatombe de Agauno junto a sus hermanos Théodule y Julien. Después de su fuga, los tres pudieron refugiarse en el Valle de Aosta, donde eligieron una vida de soledad y oración. Cadauno hoy tiene una cima con su nombre: Théodule en el Valtournenche, Évence sobre Torgnon y Julien cerca de Fénis. Saint-Évence, desde este altiplano, habría podido controlar las moradas de sus hermanos ermitaños, siendo una forma de conexión espiritual entre ellos.

Un elemento misterioso añade un poco de atractivo al lugar: sobre el borde oriental del altiplano, que se asoma sobre un precipicio, se encuentra lo que todavía está conocido como el "agujero de Saint-Évence". Según la leyenda el santo, durante su luchas contra los demonios – o, según otras versiones, contra unos pastores hostiles -, clavó su bastón en las rocas, creando milagrosamente esa apertura para anclarse y resistir a la agresión. 

La veneración de Saint-Évence en este lugar es, entonces, muy antigua y conectada con el territorio. Fuente históricas atestiguan la presencia de unos asentamientos, campos y pastos, hoy desaparecidos. Un documento del 1274 menciona nada menos un cierto “Bosoner de Saint-Évence”, otra prueba de la importancia histórica y espiritual de esta localidad.