El otoño en el Valle de Aosta
Convierte  en frutos la energía del verano y se materializa en la vendimia y la producción de los vinos de montaña , además de la recogida de la miel y de las castañas y en la producción del tocino y el queso fontina (sobre todo la el de alzada). A través de los propios festivales , las exposiciones de vinos y las fiestas de la uva (Chambave y Donnas, entre otras) o de las mieles (Antey y Gressan), la región expone sus “frutos” a la curiosidad enogastronómica de los visitantes, con una riqueza sensorial completa, que se acompaña de las “esencias” y los perfumes de las hierbas medicinales y aromáticas (Verrayes y Saint Dénis). Para elaborar y transformar las sensaciones en curiosidad cultural, también se puede visitar los museos del vino (Donnas), participar en “actos”, como el Marché au Fort de Bard o, en
clave más coreográfica, la Désarpa (vuelta a bajar del ganado desde las alzadas de la Región), en el símbolo del espíritu reflexivo, que se “dirige al interior” antes del invierno; de forma alternativa, se puede participar en la novedad más reciente, la Festa della Valle d’Aosta, que da un sugerente contenido al día de San Grato (7 de septiembre). Leído en esta clave, el otoño también es el momento en el que se enciende la creatividadde los artesanos, que encontrará su culmen y se dejará ver en los actos y en las ferias invernales. La templanza del clima permite aún numerosas excursiones, y el turismo rural es muy activo en varias localidades, tal vez no muy conocidas, pero capaces de ofrecer días alternativos y seductores respirando los colores del recuerdo y de la reflexióny descubriendo la arquítectura tradicional.
Los tonos del rojo, del marrón de las hojas ydel celeste, tan frecuente ahora en el cielo (en septiembre, en el Osservatorio Astronomico Regionale, se organiza la antesala de las “Star Party” italianas), corroboran la esperanza de reactivar y revitalizar las energías “repuestas”, al abrigo de las tensiones. Una curiosisdad: la magia de los colores otoñales ha encendido el interés por una disciplina natural muy extendida en América del Norte: el “leaf peeping” u observación de las hojas, una actividad estético-natural que consiste en observar las hojas, “pinturas de estación”, en los bosques de las más variadas especies.